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A menudo en las comunidades donde hay variaciones en la liturgia a la que están acostumbrados a celebrar, ya sea por un cambio de celebrantes, la incorporación de un director de cantos, nuevas músicas i/o musicalidades o simplemente por la reflexión sobre la importancia de ser fieles a la tradición, puede surgir la pregunta de ¿el canto en la Liturgia atrae o distrae?

La música y la religión son fenómenos que han estado estrechamente relacionados entre sí, desde el inicio de ambos hechos. La música en la antigüedad siempre se había entendido como algo creado o descubierto por los dioses: la música era divina. 

En la música había gente que oía hablar a los dioses pero también sentía llamadas del demonio. Ciertos instrumentos quedaban reservados para la interpretación por parte de las deidades  o del disfrute en exclusiva de sus oídos. 

En las religiones naturales la música desarrollaba una tarea mágica mediante la cual, el hombre se ponía en contacto con los dioses o podía recibir sus mensajes (2Re 3,15-16).

La cosmología de diversas culturas desde la India a la China pasando por los griegos, entendía el movimiento de los planetas como una armonía celestial (1). La propia cosmología pitagórica, donde formaban parte, matemáticos, astrónomos, filósofos y músicos, proponía que el universo estaba regulado según unas proporciones musicales, donde las distancias entre los planetas corresponderían a los intervalos musicales. Para Aristóteles era el sonido de los movimientos de los planetas los que producían las notas musicales y por las que el universo sonaba en harmonía (2). Para Johannes Kepler (3) la música celeste corresponde a la coral formada los planetas y la velocidad a la que se desplazan, dependiendo de su órbita elíptica alrededor del sol. 

El hecho es que se ha encontrado a menudo una relación armónica entre la génesis del universo y la música.

Para la herencia bíblica la música también está presente desde los albores hasta el final de la historia. La manera de enaltecer Dios de los hebreos en el Antiguo Testamento es muchas veces musical: mediante cánticos espirituales, el cantar de los cantares, salmos, danzas, himnos y alabanzas (Ex 15,20; 2Sa 6,5.14-16; Sl 1- 150). Incluso el mismo rey David era considerado un músico. 

En el Nuevo Testamento surgen pronto himnos de alabanza a Jesucristo (2Fl 2,6-11; Ef 5,19) y el culto divino se llena de cánticos bíblicos como el Magnificat o el Benedictus provenientes del Evangelio de Lucas (Lc 1, 46-56.68-59). 

Vemos dos coincidencias significativas en el principio y el final de la creación: el mundo es formado en siete días, los mismos que notas existen en una escala natural diatónica y los redimidos al final de los tiempos alabarán a Dios con una nuevo canto (Ap 14,3).

CONTINUARÁ…

Sergi Paramès


 

  1.  La historia de la harmonía de las esferas es un tema ampliamente desarrollado por Josep Maria GREGORI i CIFRÉ, Musica Caelestis, Reflexions sobre música i símbol, Tarragona: Arola Editors, 2012, 61-84 pp.
  2. Cfr. La harmonía de las esferas es una teoría que podemos encontrar documentada por Platón en “La República” y “Critón” y por Aristóteles en el “Tratado del cielo”.
  3.  Cfr. KEPLER, Johannes, Mysterium Cosmographicum (1596)

 

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