Loading

Tengamos presente algo que es verdaderamente importante, que Jesús, que Dios, quiere limpiar al ser humano, a toda persona, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho. Así, mientras nosotros seguimos separándonos, arrinconando a personas por su condición, o porque no nos caen bien, o porque nos molestan, o porque piensan diferente…, debería resonar en nuestro corazón un deseo de, dándonos cuenta de lo que hacemos, alzar la voz y pedirle también a Jesús que nos limpie, que nos limpie de prejuicios, de primeras impresiones, de malos entendidos, de toxicidades…

Hoy, por tanto, recuperamos esa máxima del cristianismo que nos dice que Dios se ha acercado en

Jesús para que nosotros, hoy, seamos también personas de proximidad. Por supuesto, es algo que debemos hacer en vida y sin esperar más, porque cierto es que en este mundo no hay mayor separación que la provoca el propio ser humano. Quizás un ejemplo cercano sea la caída del muro de Berlín, que en su día representó también la caída de los muros humanos de la incomprensión, del conflicto, de los diferentes pensamientos que se aúnan en la población.

Jesús también quebró muchos muros, como el alemán, pues nuestros separatismos resultan atemporales y aunque cada generación los vive en un determinado marco, finalmente no hacemos sino repetir ese mismo patrón que en Palestina, hace más de 2000 años apartaba a los leprosos de los pueblos y los confinaba a vivir separados y con una especie de campanilla que debían agitar para que se supiera que estaban enfermos. ¿Y hoy? ¿A cuántas personas seguimos hoy obligando a declarar su enfermedad? ¿A cuántos ponemos un cascabel o damos un timbre para que sepamos lo que son?

Nos queremos fijar tanto en lo que son los demás que nos olvidamos de que todos, todas, somos Amados y Amadas de Dios. ¿Seremos tan obstinados que no nos damos cuenta? ¿Qué podrá decirnos Dios, después de una vida, cuando nos muestre cómo apartábamos a las personas, cómo les impedíamos llegar al Él? Ni por más piedad, ni por más celebraciones, ni por más caridad, ni por más sacrificios… ¡Solo por Misericordia!

 

Es todo lo que nos pide Jesús: ¡Misericordia!

Porque así como Él hizo, nos enseña a nosotros que no seamos causa de ninguna otra cruz, que no carguemos al ser humano con otro madero sino que más bien lo ayudemos a llevar la carga, la enfermedad… como puentes entre vidas que habían quedado aisladas. Como personas de caridad.

 

Albert Marín,

profesor de la DECA de primaria.

0Shares

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.Más información/

ACEPTAR
Aviso de cookies