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El otro día comentando con los alumnos de Licencia, en la asignatura de Pastoral Sacramental, lo difícil que es aceptar la enfermedad, lo vulnerables que nos sentimos ante cualquier anomalía en nuestra salud…, y lo poco preparados que estamos para afrontar los achaques que por la edad, la pandemia, la contaminación, el estrés que nos produce el ritmo de vida que llevamos… ¡nos deja descolocados y sin recursos! Aunque seamos miembros de una Congregación o Instituto religioso, o jóvenes de un movimiento que hace constantes acciones de voluntariado por los más débiles… delante de la enfermedad, a menudo nos sentimos desorientados, desvalidos, sin recursos.

Hemos de tener en cuenta que la Iglesia en sus sacramentos guarda una cierta correspondencia con las diversas fases y situaciones de la vida de las personas. La situación propia del Sacramento de la Unción es la fragilidad en la carne y en el espíritu, que se manifiesta en la enfermedad grave, como nos indica el Ritual para la Unción. Ante esta situación, la Unción actúa como sacramento de sanación por el que Cristo, médico de nuestra alma y cuerpo, nos ofrece la salud y la salvación plena. Por eso desde el Concilio Vaticano II no se puede desligar la Unción con la pastoral y el acompañamiento de la persona enferma.

Pero, ¿cómo hemos de comportarnos ante una persona que está enferma? Los expertos en acompañamiento de enfermos nos dicen que la Iglesia ha de mantener una pastoral profética que anuncie la salvación y mantenga la esperanza, desde la proclamación de la Buena Nueva y la fe profunda en el Evangelio. Esto implica: la escucha de la Palabra, la claridad de los signos, y el testimonio coherente. Todos sabemos lo que hemos de anunciar pero a menudo en las situaciones sensibles que afectan a la enfermedad no sabemos cómo hacer un anuncio que sea creíble. El lenguaje que utilizamos no es el más apropiado para dirigirnos a una persona que está enferma y que sufre. Por eso en la pastoral de enfermos se han de tener presentes los siguientes elementos:

– Aceptación positiva del otro: es decir, acogerlo tal como es. Esto significa, que sea cual sea su situación, su estado de vida, o su enfermedad, le damos nuestro apoyo desinteresado y sincero.

– Respeto y aceptación de su vivencia: el enfermo es portador de una experiencia única e irrepetible. Sólo cuando estemos convencidos que podemos aprender más de él que lo que podamos enseñarle, entonces será cuando podremos empezar a ofrecerle alguna cosa.

– Capacidad de poder guardar silencio: no se puede ir con la actitud de sabio consejero, de especialista y experto en situaciones difíciles. Ante el dolor, a menudo, la mejor palabra es la compañía silenciosa. Cuando se puede estar delante de un enfermo en silencio, sin sentirse incómodo, sin tener miedo, es señal que hay comprensión ante la situación que está viviendo el otro.

– Escucha y comprensión: ante la enfermedad se tiene que renunciar a acaparar la conversación, y comprender lo que el otro dice, comprender su angustia para disminuirla, o su alegría para compartirla.

– Autenticidad en aquello que decimos: no valen las palabras de consuelo fingidas o poco auténticas, lo único válido es que aquello que decimos lo hagamos con autenticidad.

Y, al lado de las palabras, los signos: el servicio desinteresado, la entrega amorosa y la solicitud sincera. Son necesarios los gestos y las acciones, sin dejar de lado a ninguno de los grupos que luchan con su enfermedad (ancianos, enfermos físicos y psíquicos, crónicos, hospitalizados, niños…). Así, teniendo en cuenta los elementos anteriores, en su momento podremos ofrecer la celebración sacramental de la Unción, respetando su respuesta que es la respuesta de la fe.

Además entre los profesionales de la sanidad existen creyentes comprometidos que ya están dando una respuesta efectiva y eficaz ante la diversidad de situaciones. Hace unos días en un encuentro del Ordo Virginum de la Archidiócesis de Barcelona, una de las consagradas presentó desde la fe, pero también desde la profesionalidad, las actividades que se van haciendo en los hospitales públicos. Un campo amplio por recorrer pero que es de gran ayuda para las personas ingresadas. Ella misma ha recogido su experiencia en el libro: Núria Ferret, Acompañar la enfermedad: Recursos y materiales para la atención espiritual y religiosa, Amazon, 2022. Imprescindible leerlo para todas aquellas personas que trabajan o hacen voluntariado en el mundo sanitario. No tiene desperdicio.

 

Joan Josep Moré sdb.

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