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La precariedad de la existencia humana, propia del hombre antiguo, unida al sentimiento religioso espontáneo, le obliga a buscar en la divinidad una respuesta a los enigmas que le oprimen y la curación de los males que le atormentan. El hombre quiere descubrir, ante el enigma del futuro, lo que Dios quiere de él. El empleo de técnicas adivinatorias (nubes, astros, entrañas de animales, fenómenos naturales, sueños, éxtasis…) se confiaba a un especialista para descifrar el designio de Dios y de publicarlo. Los adivinos (profetas-sacerdotes) se hallaban presentes en los lugares en los que los hombres se interrogaban por su destino y la voluntad de Dios sobre ellos, y sobre la manera de prepararse para acogerlo.

Es realmente difícil establecer los inicios específicos de todo el movimiento profético en Israel. Encontramos tantas teorías como autores. El enorme potencial de investigación empleado en el esclarecimiento de los comienzos del profetismo bíblico ha apostado escasos beneficios. Las tendencias se mueven entre dos extremes: considerar el profetismo Israelita como un fenómeno en sí mismo, independiente de los otros movimientos proféticos de los pueblos vecinos de Israel; o bien considerarlo como un fruto maduro derivado del profetismo cananeo, ya sea de tendencia extática o bien moderada.

El profeta bíblico no es un adivino del futuro, sino que su identidad está relacionada con la Palabra de Dios. Podemos definir el profeta bíblico como un profundo creyente yahvista que enjuicia la historia de sus contemporáneos desde la clave de la alianza en el Sinaí, y que expresa sus juicios en forma poética.

La alianza del Sinaí: Dios ya ha salvado al pueblo (pasado), pero para continuar salvándole (futuro) le exige el cumplimiento de las cláusulas de la alianza (cfr. Miq 6,8): fidelidad excluyente a YHWH, y una relación de fraternidad / solidaridad entre los miembros del pueblo de Israel. Desde esta perspectiva se entiende el conjunto de profecías contenidas en los libros proféticos de la Biblia.

Estos libros son los siguientes: Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Amós, Miqueas, Joel, Abdías, Jonás, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías

El profeta israelita señala ante todo un juicio. Interpela a todo el pueblo y le exige una transformación total e interna, y reclama sensibilidad ante los desvalidos. Fundamenta éticamente sus exhortaciones y pone en tela de juicio a todas las instancias sociales. En algunos casos además de mensajes orales usa también acciones simbólicas.

 

Jordi Latorre, Director

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