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La palabra hebrea hokmah designa la capacidad del hombre, innata o adquirida, para guiar bien su vida y, si es posible, hacerla feliz. Es, fundamentalmente, un saber orientado hacia el comportamiento, el arte de conducir la vida, la prudencia, la sensatez.

La sabiduría se manifiesta por un conjunto de cualidades o aptitudes para dirigir bien la vida a través del propio ambiente o contexto personal: es sabio el comportamiento del comerciante avispado, el del campesino que conoce el ritmo de las estaciones y las tareas agrícolas que debe realizar en cada época, el del marinero vigilante y experto en el arte de navegar. Incluye, además, la perspicacia o astucia.

La sabiduría es también la habilidad manual y como tal se aplica a los artesanos: los forjadores (cf. Ex 35,31-35), los herreros (cf 1Cro 22,15), los tejedores, los carpinteros, los orfebres (cf. Jer 10,9). Es una habilidad nacida de la experiencia personal, de la observación del comportamiento de los animales y de los hombres o de las leyes de la naturaleza.

La hokmah es dinámica, crece cuando se incrementa la experiencia personal, como resumen de todas las observaciones y reflexiones, o cuando se enriquece con las diversas formas de educación que transmiten una sabiduría acumulada a través de generaciones.

La Sabiduría hebrea está orientada hacia la vida. No es simple curiosidad intelectual, ni afán por desentrañar el orden cósmico. El saber en la Biblia se orienta hacia el vivir. El Sabio es el que sabe orientar su vida de manera satisfactoria, que tiene presente la voluntad divina sobre el mundo y sobre sí, y según ella orienta sus relaciones. Es el  que sabe qué hacer en cada momento.

El sabio, en la Biblia, adquiere la sabiduría a través de la experiencia personal, y también de la experiencia de otros: la experiencia colectiva o tradición. También aprende de la reflexión sobre problemas nuevos o sobre misterios escondidos a la simple observación. Además, cinco veces en el libro de Proverbios aparece la fórmula, ya clásica  en el estudio sapiencial, sobre el temor de Dios como origen de la sabiduría (Prov 1,7; 9,10; 15,33; Sal 111,10; Job 28,28). La expresión “temor del Señor” es muy frecuente en el AT de ahí la gran variedad de significados. En algunos casos de particular relieve significa simplemente “obediencia a la voluntad divina”. Intentando expresar el trasfondo de la expresión hebrea en categorías actuales vemos que equivale a nuestra “relación con Dios” o “conocimiento de Dios”, y se inclina hacia el sentido de “confianza en Dios”. Podemos traducirlo por respeto o reverencia y confianza. El “temor del Señor” quiere expresar aquel estilo de vida en el que la vida de fe, y las exigencias morales que se derivan de ella, iluminan toda la actividad humana, y proporcionan una sabiduría, una manera de entender el mundo, que sobrepasa la simple observación humana.

 

Jordi Latorre, SDB
Director ISCR Don Bosco

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