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Hechos de los Apóstoles contiene un testimonio precioso sobre los orígenes del cristianismo. Constituye la continuación del evangelio de Lucas, a partir de la resurrección de Jesús. Se nos cuenta cómo fueron naciendo las primeras comunidades cristianas y cómo se extendió el Evangelio por todo el Imperio Romano. Lucas sintió de mostrar cómo los primeros cristianos habían puesto en práctica las enseñanzas de Jesús, y cómo aquellas primeras comunidades de discípulos habían llevado a la práctica el encargo que Jesús les había dado de ser sus testigos hasta los confines del mundo, continuando la misión iniciada por Él en Galilea.

En el libro se habla de Pedro y los demás apóstoles, de Esteban, Felipe, Bernabé, y sobre todo de Pablo, pero ninguno de ellos es el auténtico protagonista de la narración, sino el Espíritu Santo. Él es quien impulsa a los cristianos a dar testimonio de Jesús y a formar comunidades fraternas y misioneras. Espíritu, comunidad y misión son los tres grandes ejes de la historia que cuenta Lucas, y son por tanto las tres claves para leer este libro.

El Espíritu, que había acompañado a Jesús durante toda su vida (Lc 1,35; 4,18), y que él había prometido a sus discípulos antes de subir al cielo (Lc 24,49; Hch 1,8) se hace presente en el comienzo mismo de la Iglesia, el día de Pentecostés (Hch 2,1-13), y después a lo largo de toda la actividad de los mensajeros del evangelio (Hch 10,10.44-46; 16,6; 20,22-23), pero mientras ellos aparecen y desaparecen, el Espíritu está siempre alentando a la Iglesia, comunidad de discípulos.

El Espíritu es quien mueve a los discípulos a dar testimonio de Jesús. La Iglesia que nos presenta el Libro de los Hechos es, ante todo, una Iglesia misionera. Los doce con Pedro a la cabeza (Hch 1,12-26), los siete diáconos (Hch 6,1-7), y los doctores y profetas de la iglesia de Antioquia (Hch 13,1-3), cuyo principal representante será Pablo, forman una cadena de testigos de Jesús desde Jerusalén (apóstoles y diáconos) hasta Antioquía y los confines del mundo (Pablo), cumpliendo, así, la misión que les dejó Jesús antes de marchar (Hch 1,8).

Este impulso es siempre obra de una comunidad congregada y animada por el Espíritu. Pedro da testimonio junto con los demás apóstoles (Hch 2; y 4) y sus palabras atraen nuevos miembros a la comunidad (Hch 2,41). Pablo y Bernabé parten de Antioquía (Hch 13,3-4) y cuando vuelven comparten con aquella comunidad su experiencia misionera (Hch 14,26-27). Todo en este libro tiene una referencia comunitaria; todo se hace desde la experiencia de la comunión y la fraternidad.

Jordi Latorre, SDB
Director

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