Loading

La hospitalidad es importante en la tradición bíblica; y el Antiguo Testamento nos transmite bastantes ejemplos de hospitalidad, unos positivos y otros negativos. Pensemos, por ejemplo, en la hospitalidad de Abraham hacia Dios en los tres viajeros (cf. Gen 18): cómo los acoge, los hace reposar, pone la mesa delante de ellos… No es sino una expresión de hospitalidad que Dios mismo nos ofrece a nosotros: recordemos el Salmo 23 (22), “El Señor es mi pastor” que me acompaña en el camino y pone la mesa frente a mí, esto me serena y me conforta; recordemos también el banquete que al final de los tiempos ofrecerá Dios en la cima de sus montañas para todos los pueblos, de lo que nos habla Isaías 25; o bien el banquete de la Sabiduría que ofrece sus beneficios a todos los que quieran buscarla (cf. Sab 9). Los ejemplos negativos nos muestran la maldad humana que no quiere acoger al forastero o bien busca aprovecharse de él.

En el Nuevo Testamento, Jesús es invitado a menudo a casa de unos y otros, y él se deja invitar o bien, incluso, se hace invitar. Para él es una magnífica ocasión para encontrarse con las personas y para hablarles al corazón… por eso tantas veces son encuentros transformadores. Pero él también invita y hace de anfitrión: invita a los dos discípulos del Bautista a su casa (cf. Jn 1), invita a la multitud al pan de la palabra y al pan material que multiplica para saciarlos a todos (cf. Mc 6); invita a los suyos a la cena pascual en la que nos dejará su presencia en su cuerpo y su sangre, y el mandamiento de repetir el gesto en memoria suya (cf. Mc 14); ya resucitado se hace presente en medio de los suyos cuando se encuentran reunidos alrededor de la mesa y come con ellos (cf. Lc 24) e, incluso, les ofrece un desayuno de pan y pescado cocido a orillas del lago de Galilea (cf. Jn 21). La hospitalidad fue una seña de identidad de Jesús.

En otros escritos del Nuevo Testamento se nos muestran repetidos ejemplos de hospitalidad: los apóstoles –tanto los Once como Pablo y Bernabé– son acogidos en diferentes casas donde aprovechan para predicar el Evangelio de Jesús. Además, las cartas de Timoteo, la de Tito y el escrito a los cristianos hebreos… insisten en la hospitalidad como nota característica de los cristianos y de las comunidades cristianas, fundamentalmente entre los cristianos que se desplazan de una población a otra, de una comunidad a otra. Una cualidad que se pedirá a los obispos y presbíteros que los apóstoles dejaron como responsables de las comunidades locales cuando ellos marcharon será, precisamente, la hospitalidad.

La hospitalidad fue una nota distintiva de los creyentes del AT y fue una nota identitaria de Jesús: porque Dios es hospitalidad pura, en cuanto nos acoge tal como somos, nos ofrece el alimento de su palabra y quiere que vivamos siempre con Él en su casa, en su Reino. La hospitalidad fue una exigencia de las primeras comunidades cristianas y de sus primeros dirigentes… como cristianos y como comunidad cristiana local y diocesana no podemos dejar de ser hospitalarios hacia los forasteros que vienen a nuestra casa, que pasan por la calle o que llaman a nuestra puerta. Es una buena manera de dar testimonio de Jesucristo y de manifestar con obras nuestra fe en el Dios hospitalario y misericordioso.

Jordi Latorre, SDB

0Shares

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.Más información/

ACEPTAR
Aviso de cookies