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Nuestro Dios sexy, es atractivo porque está lleno de eros (pasión) y de agape (donación). Un amor que solo es pleno cuando se da sinceramente y es capaz de abrirse a todas sus caras y expresarse con absoluta plenitud. Este Dios sexy es el que a mi atrae. Con este yo soy capaz de pecar en bondad. Un Dios que me conmueve con su mirada.

Misericordia en hebreo tal como leemos en el AT es «ra’hamim» (entrañas) un sentimiento profundo que liga a dos personas. Aquí encontramos la relación de Dios con el amor eros, un sentimiento que te remueve por dentro, algo fuerte que te saca de ti mismo, te hace reaccionar, un misterio que te ata y te transporta y te pide mucho más de ti mismo. Un sentimiento que sale del corazón. Del estómago, en las entrañas, según la mitología griega.También la podemos encontrar en el AT como «hesed» (pacto/compasión) una actitud de bondad, de donación amorosa comprometida, fiel al otro. El amor ágape de Dios. La vinculación entre misericordia y Dios es estrecha en las grandes religiones monoteístas.

En la Torah judía podemos leer que cada uno tiene que amar al otro como se ama a uno mismo. Y el rabinismo de Hilel nos enseña que no se tiene que hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros (ley de oro de todas las religiones). A Dios, se lo presenta en la Torah como “el compasivo” y nosotros fuimos hechos a su imagen y semejanza, por lo tanto, en nuestra manera de ser no podemos evitar ser compasivos, ¿podemos no serlo?, sí; pero como hijos de Dios estamos creados con esta capacidad.

Desde el punto de vista islámico su fe está enraizada en la compasión. El Corán, el libro que Dios dicta al último de los profetas, Muhammad –como anteriormente lo habían sido Abraham, Moisés o Jesús-, empieza cada capítulo con la llamada “basmala”: «En el nombre de Dios, el clemente, el misericordioso».

En el Corán, Dios le dice a Muhammad que lo envía al mundo como fuente compasión para la humanidad. Todo musulmán tiene como objetivo parecerse lo máximo posible al profeta. Este dijo: «adornaros con los atributos divinos» y el principal atributo de Dios es, como hemos visto, la clemencia y la compasión. Y, en consecuencia, la misericordia.

¿Cuál es, entonces, la razón de la falta de compasión en el mundo si parece que se encuentra en la parte más fundamental de la existencia de todas las grandes religiones?

El maestro sufí Rumi nos explica la historia de un amigo que llama a la puerta de otro amigo y una voz pregunta “¿quién es?” y él responde “soy tu”. La puerta se abre y la voz le dice “entra que no hay espacio en esta casa para dos yos”.

Cuando Jesús dice “yo soy el camino, la verdad, la vida…”, cuando Muhammad dice “quien me ha visto ha visto a Dios”, es porque se han convertido en un instrumento de Dios, en la misma actitud de vida de San Francisco de Asís: la de no actuar desde uno mismo, desde su ego, sinó desde la donación. Hace falta, entonces, deshacerse del egoísmo. Descentrarnos para poder poner en nuestro centro al otro. Deshacerse del ego es diluirse con el trascendente, es la experiencia mística, es acercarse a Dios, acercarse a la misericordia, a la plenitud del amor eros y agape. Amor pasional que se vuelca en el otro. Porque sin pasión no hay implicación, profundidad, autenticidad, riqueza, donación y porque sin el otro no hay sinceridad, altruismo, empatía, belleza, apertura, yo.

Sergi Paramés
Prof. Forum de actualidad pastoral: Pastoral y música

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