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Esta advocación de Virgen de la Merced tiene su inicio, cuando la Virgen María se apareció por separado a tres ilustres personajes de la sociedad catalana: a San Pedro Nolasco, quien sería el fundador de la Orden religiosa de la Merced (1218); al rey Jaime I de Aragón, y a San Raimundo de Peñafort, fraile dominico, maestro general de su orden de predicadores, y confesor de Pedro Nolasco. Diez días después de la aparición, los tres caballeros se encontraron en la Catedral de Barcelona y compartieron haber tenido la misma aparición: la Virgen María les pedía la fundación de una Orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Será la Orden de la Merced para la redención de los cautivos.

Desde entonces su devoción se difundió por todo el Mediterráneo y a partir de los siglos XVI, XVII y XVII, con motivo de la tarea evangelizadora que realizaron los frailes mercedarios, el culto se extiende por tierras americanas donde fundaron numerosos conventos y extendiendo la devoción popular a la virgen de la Merced.

En la ciudad de Barcelona, a raíz de una plaga, la ciudadanía se comprometió a nombrarla patrona si liberaba a la población. La aprobación papal como patrona de la ciudad llegó en 1868. La Virgen de la Merced es también patrona de la diócesis de Barcelona y su basílica es el templo mariano más venerado en la ciudad. Celebrando su fiesta el día 24 de septiembre.

En los jardines de Martí-Codolar, en el lugar denominado El Palmeral, tenemos una estatua de la Virgen de la Merced, cerca del Cigarral de la Santa; y en el mismo enclave de otro elemento significativo del jardín: el dolmen que don Luis Martí-Codolar mando colocar para: «perpetuar el recuerdo de la visita de San Juan Bosco a esta casa».

Entre los años 1894 y 1899, don Luis manda que se levante un pedestal de piedra (3,50 m) sobre una roca que había en el centro de la parcela. Y colocó una estatua, de mármol blanco (de unos 2 metros de altura), que representa a la Virgen de la Merced. Esta imagen, don Luis se la encargó al escultor Luis Puiggener, en el año 1894. Cinco años más tarde, don Rua, primer sucesor de san Juan Bosco como Rector Mayor de la Sociedad Salesiana, la bendijo con toda solemnidad.

El palmeral de la Virgen sigue siendo un lugar de encuentro y de oración. No es raro ver ramos de flores al pie del pedestal de la Virgen, o incluso personas que pasan y rezan un Avemaría, teniendo así un encuentro durante la jornada con aquella que protege a nuestra casa y a nuestra ciudad.

Joan Josep Meré, sdb 

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