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El sacramento de la unción de los enfermos, tal como lo conocemos actualmente, ha variado a lo largo de los siglos, tanto en su concepción como en su nombre. Y esto ha afectado en la forma de concebir y nombrar el sacramento, en su forma de celebrarlo, y en los destinatarios del mismo.

Desde la Edad Media, hasta el Concilio Vaticano II, era conocido como la extremaunción, es decir aquel sacramento aplicado a las personas muy enfermas que estaban a punto de morir, o enfermos in extremis.

Actualmente se está comenzando a dar un cambio de perspectiva, especialmente desde el Concilio Vaticano II, pero aún quedan rémoras de la concepción medieval, tanto entre los pastores, como entre los enfermos y sus familiares. En relación a la unción el Concilio Vaticano II ha aplicado el mismo criterio que para el resto de los sacramentos, actualizar los rituales para que los fieles entiendan aquello que celebran y su celebración prepare perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad.

Además el Concilio se acerca a la unción de los enfermos de una manera especial en dos de sus Constituciones: Lumen gentium y Sacrosanctum Concilium.

En el capítulo segundo de Lumen gentium señala varias características significativas:

«Con la unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve (cf. Sant 5,14-15), e incluso les exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo (cf. Rom 8,17; Col 1,24; 2Tim 2,11s; 1Pe 4,13), contribuyan así al bien del Pueblo de Dios (LG 11)».

También la Constitución Sacrosanctum Concilium, precisa ciertos detalles importantes en los nn. 73, 74 y 75, en relación al nombre y a los destinatarios:

«La extremaunción, que también, y mejor, puede llamarse unción de los enfermos, no es solo el sacramento de quienes se encuentran en los últimos instantes de la vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano comienza ya a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez (SC 73)».

Así, ambos documentos aclaran que es más correcto nombrar al sacramento como unción de los enfermos que darle el nombre de extremaunción.

En relación al sujeto, ya no indica que se administre solo a los agonizantes, sino que además, sin excluir a los que están en peligro de muerte, se nombra a aquellos que están gravemente enfermos o tienen una edad avanzada, cuya vida tiene más posibilidades de estar en peligro de contraer alguna enfermedad.

El núm. 74 de la Constitución sobre la Liturgia pretende restablecer el orden ideal tradicional en que se han de administrar los sacramentos a los enfermos: reconciliación-unción-viático, que pretende establecer un cierto paralelismo con los tres sacramentos de la iniciación: bautismo-confirmación-eucaristía. Mientras estos son los sacramentos que inician al cristianismo, los primeros serían aquellos que facilitan al cristiano la entrada a la Casa del Padre.

Finalmente, da unas pautas para la revisión del rito de la unción, para que se adapten el número de unciones (dos, en la frente y en las manos), y la adaptación de las oraciones a las diversas situaciones particulares que se puedan presentar en cada enfermo.

Joan Josep Moré, SdB
Jefe de estudios

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