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Sí refuerza la idea de una pronta cristianización de la tarraconense, el hecho de la existencia de mártires en núcleos urbanos como la mencionada Tarragona a mediados del siglo III, lo que implicaría que ya desde años antes existieran comunidades cristianas bien organizadas. Es el caso de Fructuoso, obispo de Tarragona, y sus diáconos Augurio y Eulogio, martirizados en la persecución del emperador Valeriano (257-259). Cabe decir que las actas de estos martirios atestiguan una iglesia floreciente y bien jerarquizada, siendo estos documentos literarios de los más antiguos que se conservan en relación al cristianismo, en la península ibérica. 

Por otro lado, también Feliu de Girona y Cugat en Barcelona, a finales del siglo III, atestiguan y confirman este protocristianismo y esta Iglesia que se va haciendo camino en los primeros siglos de nuestra era en Cataluña. Y no olvidemos también, que los restos arqueológicos más antiguos relacionados con los primeros cristianos, se sitúan en ciudades como Barcelona, Girona o Tarragona en torno al s. IV (cabe decir que especialmente atribuibles a la expansión producida por el cristianismo después del llamado Edicto de Milán -313 d. C.-  en que se deja de perseguir el cristianismo). Es pues, el resultado de una Iglesia que va dando sus primeros pasos, una Iglesia que va estructurándose y organizándose sobre la marcha, que ha sufrido contrariedades y persecuciones por parte de las autoridades imperiales y que está en continuo debate con los parámetros culturales que la envuelven (no será fácil hablar de amor a los pobres y a los enfermos en un mundo como aquel). 

Y sin embargo, a pesar de las dificultades, el mensaje cristiano parece llegar con fuerza a todos los estamentos sociales (aunque los restos materiales que conservamos corresponden, mayoritariamente, a una cierta aristocracia municipal urbana, como es el caso de los sarcófagos paleocristianos de Girona) y cuando se han podido excavar zonas amplias –como Tarraco- se observa que la cristianización llegó a todas las clases sociales, abundando en los enterramientos, iconografía y simbolismo cristiano.

Podemos afirmar que entrando ya en el siglo VI, la Iglesia en Cataluña tiene conciencia de su unidad y del lazo que la une con Roma. Es el momento de un enorme empuje a la cristiandad y de la expansión de la Iglesia por todo el orbe conocido hasta entonces, teniendo la Iglesia de Hispania una gran relevancia. Expresión de todo ello es el hecho de que aquí se celebraran varios concilios: Tarragona (516),  Barcelona (540), IV de Toledo (633)… que, entre otras aportaciones, servirán para unificar la liturgia de la Iglesia occidental.

Lejos quedan ya los pasos de los primeros seguidores del Evangelio, de aquellos que trajeron por primera vez la esperanza y el mensaje de un nuevo mundo basado en el amor, transformando corazones y espíritus… Un mundo que ahora es el nuestro y en el que, recogiendo el testigo de aquellos que nos precedieron, debemos seguir proclamando la buena Nueva del Maestro y Señor Jesús.

 

Salvador Ramos
Prof. Historia de la Iglesia

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