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El catolicismo en Corea es una historia fascinante de fe y lucha en un país que ha experimentado muchas dificultades a lo largo de los siglos. Desde su llegada a la península coreana en el siglo XVIII hasta el presente, la Iglesia Católica ha desempeñado un papel importante en la vida religiosa, social y política de Corea.

  1. Llegada y desarrollo del catolicismo en Corea

El catolicismo llegó a Corea durante la dinastía Joseon (1392-1897), un período de gobierno confuciano que se caracterizó por su política de aislamiento y la prohibición del cristianismo en el país. A pesar de las políticas represivas del gobierno, la religión católica logró establecerse en Corea y ganar seguidores entre la población local. Este ensayo explorará la historia del catolicismo en Corea durante la dinastía Joseon, incluyendo los primeros contactos con los misioneros jesuitas, la persecución y la resistencia de los católicos coreanos, y la evolución del catolicismo en el país.

El primer contacto de los coreanos con el catolicismo fue a través de los misioneros jesuitas que llegaron a China en el siglo XVI. Los misioneros jesuitas, que eran principalmente de origen portugués y español, llevaron la fe católica a Corea y establecieron misiones en el país a mediados del siglo XVII. Los jesuitas tenían un enfoque diferente a la evangelización que los misioneros protestantes que llegaron a Corea en el siglo XIX. En lugar de enfocarse en la conversión masiva de la población, los jesuitas se centraron en establecer una presencia católica en el país y en ganar seguidores entre las élites intelectuales y culturales.

La primera misión católica en Corea fue establecida por el padre Pierre Maubant en 1593, quien llegó a Corea disfrazado de comerciante chino. Maubant logró establecer una pequeña comunidad católica en Seúl, la capital de Corea, y bautizó a varios conversos. Sin embargo, la misión de Maubant no duró mucho tiempo debido a la intensificación de la persecución contra los católicos en el país.

En 1637, el padre Gustave-Adolphe de Bretenières llegó a Corea y estableció una misión católica en la isla de Jeju. Bretenières adoptó una estrategia de evangelización más cautelosa y se enfocó en establecer relaciones amistosas con los líderes locales en lugar de forzar la conversión de la población. Sin embargo, la misión de Bretenières fue descubierta por las autoridades coreanas en 1639 y él fue ejecutado por su fe.

La dinastía Joseon se opuso al cristianismo y consideró a los misioneros como una amenaza para la estabilidad del país. En 1785, el rey Jeongjo emitió un edicto que prohibía el catolicismo y ordenaba la expulsión de los misioneros extranjeros del país. La persecución contra los católicos se intensificó en la década de 1790, y muchos católicos coreanos fueron torturados y ejecutados por su fe. A pesar de la represión, el catolicismo continuó ganando seguidores en Corea, especialmente entre la clase media y baja, que se sintió atraída por la promesa de igualdad y justicia social que ofrecía la religión. Los católicos coreanos desarrollaron una red clandestina de iglesias y comunidades, y establecieron una estructura jerárquica propia con sacerdotes y obispos coreanos. La resistencia católica fue especialmente fuerte en la región de Chungcheong, donde se creó una comunidad católica autónoma que llegó a tener más de 20,000 fieles en la década de 1860. La comunidad católica de Chungcheong, liderada por el obispo Laurent-Joseph-Marius Imbert, se convirtió en un símbolo de la resistencia católica en Corea. Imbert, quien llegó a Corea en 1836, estableció una misión en Chungju y bautizó a miles de conversos. Imbert se convirtió en el primer obispo de Corea en 1844, y en 1846 fue ejecutado por las autoridades coreanas por su fe.

La persecución de los católicos en Corea alcanzó su punto más alto en la década de 1860, durante el reinado del rey Gojong. En 1866, un grupo de católicos coreanos liderados por el sacerdote francés Pierre-Philibert Maubant fueron torturados y ejecutados en una serie de masacres conocidas como las “persecuciones de Byeongin”. En total, se estima que murieron entre 8,000 y 10,000 católicos durante este período. Sin embargo, la resistencia católica continuó en el país, y la comunidad católica coreana logró sobrevivir a la persecución y consolidarse como una fuerza importante en la sociedad coreana. En 1883, el catolicismo fue oficialmente reconocido por el gobierno coreano, y en 1891 se estableció la primera diócesis coreana en Seúl.

Durante la ocupación japonesa de Corea (1910-1945), el catolicismo enfrentó muchos desafíos en el país. El gobierno japonés impuso muchas restricciones a la práctica religiosa en Corea. En 1912, se estableció la Ley de Asociaciones Públicas, que requería que todas las organizaciones religiosas en Corea se registraran con las autoridades japonesas. Esta ley se utilizó para controlar y limitar la actividad religiosa en el país. El gobierno japonés también promovió la ideología del Shintoísmo estatal, que buscaba la supresión de todas las religiones que no fueran japonesas y la lealtad absoluta al Emperador japonés. Esta ideología llevó a la discriminación y la persecución de los católicos coreanos, que eran vistos como un grupo extranjero y no leal al gobierno japonés.

En 1919, se produjo una gran rebelión contra la ocupación japonesa en Corea, conocida como el Movimiento del 1 de marzo. Los católicos coreanos jugaron un papel importante en este movimiento, y muchos sacerdotes y laicos fueron arrestados y ejecutados por las autoridades japonesas como resultado. A pesar de la represión, la comunidad católica de Corea continuó creciendo durante este período. 

Después de la liberación de Corea de la ocupación japonesa en 1945, el catolicismo experimentó un resurgimiento en el país. Los católicos desempeñaron un papel importante en el movimiento de independencia de Corea, y muchos líderes políticos prominentes eran católicos, incluyendo al presidente Park Chung-hee y su esposa. La Iglesia Católica también se convirtió en un refugio seguro para los disidentes políticos durante el régimen autoritario de Park. En las últimas décadas, el catolicismo en Corea ha experimentado un crecimiento constante, con alrededor del 11% de la población del país identificándose como católicos. La Iglesia Católica ha establecido una presencia sólida en la sociedad coreana, con iglesias y escuelas en todo el país.

 

Anna Moya
Profesora ISCR Don Bosco

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