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En el blog anterior, donde nos preguntábamos si celebrábamos bien, definimos que toda celebración es acción ritual, y que el rito no es una mera acción simbólica constituida por gestos y palabras sino que necesita la fe para darle sentido y favorecer la participación común y la repetición. Decíamos además que en toda celebración se basa en signos y símbolos. Vamos pues a profundizar a continuación en el concepto de símbolo o del rito como símbolo.

Si profundizamos en el término símbolo partiendo de su raíz griega, expresa la conjunción de dos partes: simballein significa literalmente poner juntos, se juta una cosa que anteriormente estaba unida y ahora ya no lo está. Desde el punto de vista cristiano el término simballein aporta un matiz importante: más que poner juntos, significa volver a poner juntos. Se junta una casa que ya anteriormente estaba unida y que ahora ya no lo está. El símbolo no crea unidad sino que la restablece.

Así, en la liturgia, el símbolo contribuye a poner a la persona en comunión vital, por la fe y la celebración con gestos y palabras, con el misterio de la salvación: la entrega salvífica de Cristo por la humanidad.

Una última consideración, el rito y su expresión simbólica no se deben entender como un elemento de consumo, con efectos automáticos, es decir, asisto a una celebración, hago lo que está prescrito y ya es suficiente; más bien se trata de un proceso que, poco a poco, nos va introduciendo en el encuentro con el Misterio de la redención, de una forma inteligible, flexible y reflexiva.

Por eso el Concilio Vaticano II anima, en Sacrosanctum Concilium (cf. n. 37-40), a hacer una adaptación del rito a la mentalidad y tradiciones de cada uno de los pueblos. Una vez establecidos los principios fundamentales, la adaptación se ha de realizar teniendo en cuenta diversos niveles en los que se encuentra la comunidad de creyentes. La creatividad entendida como adaptación no significa improvisación ni creatividad incontrolada y superficial, sino que partiendo del dato tradicional, asimilado y vivido, éste se abre a las exigencias y necesidades de los diferentes pueblos y culturas. Por eso, la Iglesia que celebra u ora será una vez más anuncio significativo para la comunidad en la medida que partiendo de las tradiciones recibidas, las asimile y las adapte a la forma de pensar y vivir del mundo contemporáneo.

Joan Josep Moré sdb
Doctor en Teología Litúrgica y Sacramental.

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