La posibilidad de realizar algo está en nuestras manos, si tuviese que responder rápida y sencillamente a si esta pastoral es posible en el mundo en el que vivimos, diría que Dios nunca abandona a sus hijos, por eso, creo que la Pastoral Penitenciaria es posible y es necesaria, ya que nunca se puede perder la esperanza de que el ser humano es capaz de realizar un camino de conversión.
No podemos olvidar la cita de Mateo: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme» (25, 35-36); porque es en ella donde se fundamenta esta pastoral y donde arraiga esta misión.
Creo que no es necesario seguir el texto y preguntarnos sobre cuándo lo vimos con hambre y sed, enfermo o en la cárcel…; estas palabras del evangelio de Mateo me hacen pensar en cuál es mi capacidad de entrega, de comprensión, de lectura de la Palabra de Dios, de compromiso y de sensibilidad por el otro. Y, por otra parte, también pienso en cuál es la necesidad de mi hermano, que por supuesto, a veces no vendrá tan clara y abierta, gritando “estoy aquí”, sino que, en muchas ocasiones, las que más, esa necesidad, ese vacío, se camufla y no es fácil darse cuenta de cómo podemos echar una mano al otro.
Trabajar en Pastoral Penitenciaria es un regalo que me ha aportado mucho a la vida, me ha enseñado a mirar al ser humano de manera distinta, mirarlo a los ojos y conocer quién es, sus alegrías, sus tristezas, preocupaciones… y también sus errores. Somos seres débiles, pero no perdamos de vista lo que decía san Pablo: “porque cuanto más débil me siento, tanto más fuerte soy” (2Cor 12, 10), ya que cuando mi fortaleza decae es el amor de Dios es que se hace presente y el que pone la fuerza en nosotros. Cuando somos capaces de mostrar esa fragilidad es cuando demostramos que lo débil se hace fuerte en nosotros. Dios se hace presente en cada ser humano y lo hace a través de diversas formas, y una de ellas es contando con la ayuda de las personas, por eso, estoy convencida de que somos instrumento de Dios, nos convertimos en sus manos y con nuestra palabra hacemos llegar a la persona de Jesús.
Es cierto que este tema para muchas personas puede tener muchos matices, pero hemos de partir del amor y la misericordia de Dios, ya que el odio, rencor, rechazo… no ayuda a nadie, y en primer lugar a uno mismo, poco a poco destruye lo bueno que poseemos, que es mucho. Aferrarnos al amor y al perdón es lo que nos hará libres, lo que limpiará el aire que respiramos y lo que hará que nos rindamos a lo hermoso de la vida.
La preocupación por los demás no es algo obligado, sino que es una convicción desde la fe. “¿Dónde está tu hermano?”, del libro del Génesis, está evocando esa preocupación y responsabilidad por el otro. Hemos de tener claro que el rostro del preso es el de Cristo que sufre…: “estuve en la cárcel y vinisteis a verme”.
Es realmente bello ir descubriendo al otro, sobre todo porque allí, en prisión, se percibe la debilidad y fragilidad del ser humano, pero también la capacidad de cambio y el resurgir de las propias cenizas. Las cosas pequeñas, los detalles y lo poco que podamos hacer, al final son las que construyen la vida y se convierten en esenciales e imprescindibles.
La Pastoral Penitenciaria es posible siempre que se tenga una mirada parecida a lo que Dios espera de nosotros, mirada de compasión, de comprensión, mirada de escucha y con corazón, como bien decía Saint-Exupéry “Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Ese es nuestro trabajo y mi trabajo en esta pastoral, una religiosa en la cárcel que intenta acercar a Dios al preso y ver en el preso a Cristo sufriente pero también, misericordioso.
Sor Conchi García Fernández
Dominica de la Presentación
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