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¿Para qué estudiar teología? ¿Qué sentido tiene? Esta y otras preguntas parecidas pueden aparecer en el horizonte de nuestras vidas, algunas veces seremos nosotros mismos como creyentes los que nos la haremos y otras veces serán los que nos rodean, pero tarde o temprano aparecen. A estas alturas de la historia de la humanidad la teología puede aparecer como algo del pasado, algo anacrónico, algo que no nos aporta nada a los hombres y mujeres de la era digital en la que vivimos.

El estudio de la teología puede verse como un requisito profesional como en el caso de los profesores de religión de las escuelas e institutos o de futuros sacerdotes, algo en definitiva que no interesa a una gran mayoría… total la teología es un discurso sobre Dios.

Bajo mi punto de vista, el estudio de la teología, teniendo a Dios como protagonista, no deja de ser también un discurso sobre el hombre, cuanto más conocemos a Dios, más conocemos al hombre, porque Dios y el hombre no pueden entenderse como dos seres separados sino en eterna relación. Esta relación puede ser de aceptación, de negación o de rechazo, pero no deja de ser relación.

El estudio de la teología nos habla siempre del binomio Dios-humanidad, de otra manera no puede entenderse, carecería de sentido, sería un ejercicio puramente intelectual incapaz de conmover a nadie. Profundizando en el conocimiento de Dios nos conocemos más y mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, porque nunca hemos de perder de vista, que el Dios de Jesucristo no es un dios solitario, es un Dios-relación amorosa de Padre, Hijo y Espíritu Santo, un Dios a imagen y semejanza del cual nosotros hemos sido creados. La teología nos incumbe, nos toca en lo más profundo de nuestro ser, porque en verdad nos habla de esas profundidades que están en nosotros a pesar de que en muchas ocasiones pasen desapercibidas o no seamos conscientes de ellas.

Todo lo que leemos en la Biblia es la historia de cómo Dios se ha relacionado con nosotros desde siempre y de como nosotros hemos vivido y respondido a esa relación. El apóstol san Juan nos dice que “Dios es amor” (1Jn 4,8) y que  en ejercicio del amor lo conocemos y lo hacemos presente (cf. 1Jn 4,7-13), porque es precisamente el Amor, lo que nos constituye como personas, lo que nos hace familia.

David Jiménez Santiago

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