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En la última Asamblea de provinciales y delegados-delegadas de la Unió de Religiosos de Catalunya, celebrada el 15 de diciembre pasado, se escucharon cuatro testimonios de dos religiosas y dos religiosos a quienes se les había preguntado anticipadamente: ¿Qué te ha movido a optar por la vida consagrada hoy? ¿Cómo ves el futuro de la Vida Consagrada? Tres de estos religiosos son actualmente alumnos del ISCR Don Bosco: Solange Guido, religiosa de la Pureza de María (25 años), Dayana Carrillo, Carmelita de San José (25 años) y Marc Vallès, fraile capuchino (34 años); y el cuarto es antiguo alumno de nuestro Instituto: Jordi Puigdevall, monje de Montserrat (45 años). Cada uno de ellos habló de su experiencia vocacional, desde su carisma, pero teniendo una visión amplia de la Vida Consagrada. Fue uno de los momentos más intensos de la Asamblea. La impresión que tuvieron ellos fue la de la escucha atenta por parte de los superiores mayores de las diversas órdenes y congregaciones.

Los cuatro coincidieron en poner de relieve en primer lugar el aspecto, llamémosle, “pasivo” de la vocación religiosa: antes de decidirse por la vida consagrada ha habido una llamada de amor por parte de Dios. Se trata de un proceso de crecimiento en la intimidad con Dios que implica transformación y también trastorno de los planes personales: “¿Cómo puede ser que algo que no tenía previsto me esté interpelando tanto?”. La llamada se va escuchando lentamente, atentamente, con paciencia y humildad. En un segundo momento los cuatro explicaron brevemente su respuesta positiva siguiendo formas de vida religiosa diferentes, pero todos buscando proyectos vitales de larga duración y basados en la coherencia y en la autenticidad. Recalcaron que los medios que les están ayudando a mantenerse fieles son la centralidad de la oración, la formación humana y espiritual, la reflexión personal y el compartir la vida en comunidad.

En cuanto al futuro, expusieron la necesidad de no obsesionarse por la falta de vocaciones y la avanzada edad de nuestras comunidades; de estar atentos y saber leer los signos de los tiempos y actuar en consecuencia sin miedo, sin angustia, dejándose guiar por el Espíritu que se manifiesta en los propios carismas. El futuro radica en vivir con intensidad el “ahora”. Hay que interpelar al presente, no al futuro. Esto nos ayudará a ser realistas: pasaremos por situaciones y momentos difíciles, pero ¿Cuándo no ha habido dificultades en la Iglesia y en las congregaciones? Por ello, hay que vivir abrazados a “todo” el Evangelio de Jesús, que también es exigente. 

La Iglesia continúa y, mientras haya fe, la vida religiosa continuará. Se puso énfasis en el saber arriesgar, superar el miedo e incluso ver una oportunidad en la debilidad de nuestras instituciones. Como sucedió con Juan Bautista, nuestra disminución será una oportunidad para que Jesús crezca.

Para llegar a los jóvenes hay que vivir con radicalidad la vocación. No les moverá el adoctrinamiento, sino el despertar en ellos el interés por la espiritualidad, por un planteamiento vocacional radical. Y hay jóvenes que rezan y buscan autenticidad. La Vida Consagrada hoy tiene que distinguirse por ser: despierta, atenta; comprometida y abierta a la sociedad.

El clima que se respiró en este momento de la Asamblea fue el de un interés y una acogida generosa de los testimonios que se escucharon. La autenticidad de sus palabras fue una inyección de esperanza en el futuro.

 

Joan Codina, SDB
Profesor ISCR Don Bosco

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