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María en los Evangelios – I (Marcos)

Cuando buscamos lo que se dice en el Nuevo Testamento acerca de la Virgen María es que, de los veintisiete escritos que forman el Nuevo Testamento, sólo en cuatro se la nombra por su nombre: María. Y son éstos los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas y el libro de los Hechos de los Apóstoles. Otro libro más, el evangelio según San Juan, nos habla de ella sin nombrarla jamás, y haciendo siempre referencia a ella como la madre de Jesús, o su madre.

Explícitamente nombrada en sólo cinco libros de los veintisiete del Nuevo Testamento. Nos hablan de ella: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Pero no nos hablan de ella ni Santiago, ni Pedro, ni Judas. Pablo sólo alude indirectamente a ella en Gálatas 4, 4-5.

María en el Nuevo Testamento es prácticamente, por lo menos principalmente, María en los evangelios. Porque fuera de ellos casi no se nos dice nada más, o mucho más, acerca de María.

Lo que dice Marcos acerca de María se agota en dos brevísimos pasajes, ambos situados en la primera parte de su evangelio (Mc 3,31-35 y 6,1-3). 

Comparado con los evangelios de Mateo y de Lucas, la figura de María según Marcos es la figura más primitiva que podemos rastrear a través de los escritos del Nuevo Testamento. Es la imagen de la tradición pre-evangélica y se remonta a Jesús mismo. Es una figura apenas esbozada, pero clara en sus rasgos esenciales. Rasgos que desarrollarán y explicitarán los otros evangelistas, limitándose solo a mostrar lo que ya estaba implícito en esta figura de María, madre ignorada de un Mesías ignorado. Madre vituperada del que es vituperado. Pero, para Jesús, bienaventurada por haber creído en él. Madre por la fe más que por su sangre.

Y ya desde el principio, y según el testimonio mismo de Jesús, Madre del Mesías, es presentada en clara relación de parentesco con los que creen en Jesús, como Madre de sus discípulos, es decir, de su Iglesia.

María en los Evangelios – II (Mateo)

El evangelio de Mateo no ignora la visión de Marcos, sino que la retoma en el cuerpo de su evangelio (Mt 12, 46-50; 13, 53-57). Mateo enriquece la figura de María respecto de la imagen de Marcos manifestando dos rasgos de la Madre del Mesías: 1) María es Virgen. 2) María es esposa de José, hijo de David. Que María es Virgen es un rasgo mariano que está en íntima conexión con la filiación y origen divino del Mesías. Este nace de María sin mediación del hombre y por obra del Espíritu Santo, nos dice Mateo. Que María sea esposa de José, hijo de David, es un rasgo mariano que está a su vez en íntima conexión con la filiación davídica y el carácter humano del Mesías.

María Virgen y María esposa de José son dos rasgos que se articulan y dan lugar a una explicación teológica: iluminan cómo debe entenderse el título mesiánico “Hijo de David”. La pertenencia del Mesías al linaje de David no se realiza a través de un vínculo de sangre, pues José, hijo de David, no tiene parte física en su concepción. La pertenencia del Mesías a la casa de David se realiza a través de una Alianza. Una alianza matrimonial, que se explica por dos consentimientos de fe a la voluntad de Dios, el de María y el de José.

El Mesías no es Hijo de David por voluntad ni por obra de varón ni por genealogía, sino que entra en la genealogía en virtud de un asentimiento de fe que da José, hijo de David, a lo que se le revela como operado por Dios en María.

El Mesías no es Hijo de Dios por voluntad ni obra de varón, sino en virtud de un asentimiento de fe que da María a la obra del Espíritu en ella.

 

Jordi Latorre, SDB
Director ISCR Don Bosco

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